jueves, 30 de noviembre de 2006

La conferencia de Zacatecas

OEM EN LÍNEA: EL FUTURO YA NO ES COMO ANTES

La aventura de Organización Editorial Mexicana en Internet se inició el 16 de febrero de 1997, cuando un equipo de cuatro periodistas inició la captura de los primeros datos corporativos para empezar a dar forma a las páginas electrónicas de El Sol de México, Esto, La Prensa, y una veintena de los diarios que OEM edita en todo el país, incluso El Sol de Zacatecas. El diseño y la programación de las páginas en la red eran entonces tan rudimentarios que ahora nos hacen sonreír.

Era un momento de novedad tecnológica y de intuiciones empresariales, en el que las empresas periodísticas cedían a la leve evidencia de que había que tener presencia en Internet. Nada más. La red de redes cumplía apenas su primera década como una realidad pública, más allá de las experiencias meramente universitarias o los juegos académicos, y el acceso a Internet era una excentricidad demasiado cara como para aspirar a un público multitudinario.

Se trabajaba durante la madrugada, durante seis o siete horas después del cierre de la edición impresa de El Sol de México. Se esperaba al cierre de una sección, que bajaba a los talleres de impresión, y entonces nosotros podíamos tomar tres o cuatro notas que se publicarían al día siguiente para copiarlas a la página electrónica. Mientras tanto se cerraba otra sección, y se repetía el procedimiento con otras tres o cuatro notas. Por fin se resolvía la primera plana, y entonces se tenían las seis o siete notas principales para la página principal de nuestro sitio. Alguno de nosotros trabajaba sobre las fotografías, las cortaba al tamaño indicado y las insertaba en las notas que así podían ser ilustradas, no todas.

Algo similar se hacía con las páginas de los periódicos editados en los estados, mucho más sencillas y con información notablemente menor, pues dependíamos de las notas que nos enviaban y esto no siempre sucedía, o nos llegaban sin la indicación de cuál sería la nota principal en la edición impresa del día siguiente, sin pies ni cabeza, y con frecuencia las recibíamos “en bruto”, antes de una primera revisión de estilo, ortográfica o incluso de sintaxis periodística.

Esencialmente, usábamos alguna versión de Word como procesador de textos y un programa ya descontinuado desde hace varios años, también de Microsoft, llamado Front Page, suficiente entonces para manejar un lenguaje html todavía sin las complicaciones ahora habituales con el flash y el mp3. Las herramientas adicionales para intentar una interlocución con los lectores estaban reducidas al correo electrónico, que sin embargo ya despuntaba como la explosión comunicacional horizontal y ubicua que ha llegado a ser. Era el tiempo de Netscape, y la gran novedad era el ICQ, otro ilustre difunto, como Napster, que también pagó con su propia vida el privilegio de marcar un camino que ahora transitamos sin memoria.

Así pasaban los días, los mil y un días hasta septiembre de 2000, cuando la cobertura periodística de las Olimpiadas de Atlanta nos enfrentó con la realidad de que nuestro trabajo en Internet tenía que dar un salto hacia un futuro que se hacía presente a una gran velocidad. Entonces se llamó a una empresa externa especializada en programación y diseño de sitios y páginas electrónicos, que desarrolló en muy poco tiempo un nuevo sitio para El Sol de México, el periódico insignia de OEM.

Este momento marca el inicio de una segunda etapa en la aventura de Organización Editorial Mexicana en Internet, con nuevas soluciones técnicas y ciertas posibilidades de participación de los lectores que no terminaron de desarrollarse y explotarse, como el chat y el “Reportero ciudadano”, aunque fueron prefiguradas con claridad en un sitio radicalmente renovado, con más colores y mucho más movimiento. El procedimiento de alimentación de las páginas era esencialmente el mismo, ahora con un programa, llamado Net it, que ofrecía más posibilidades de edición aunque, cómo evitarlo, al paso de los siguientes seis años se volvió demasiado rígido y se agotó.

El equipo responsable de actualizar en Internet la información de los periódicos de OEM creció y se dividió. Alguien se hacía cargo solamente de la información deportiva de Esto como un diario especializado, alguien se apartó para iniciar un equipo propio que desarrollaría el sitio de El Sol de México, el diario matutino más importante de la organización.

En el año 2000 levantaban la cabeza buscando un sitio propio, en un mundo virtual pero no por eso menos sobrepoblado, frenéticos individuos buscando oportunidades de negocio y marcando territorios de novedosísima expresión y comunicación alternativa. Vivimos repetidamente, casi cada día, el hallazgo celebrado con estruendo de algún repentino nicho de mercado que volvía millonarios a veinteañeros recién salidos de la universidad, pero también el asombro ante posibilidades infinitas de expresión y comunicación.

Compartíamos un cierto orgullo por haber salvado el caos del Y2K que nunca fue, y con ese aturdimiento nos encaminábamos a otro caos no anunciado pero que sí fue, cuando estalló la burbuja punto com y miles de pequeñas empresas fundadas en la virtualidad del ciberespacio se desvanecieron en la materia de los sueños.

Los periódicos evolucionaban en su oferta en Internet, tratando de seguir los hábitos cambiantes y no siempre nítidos de sus lectores. Los más tradicionales, aferrados al viejo “soporte papel” tan entrañable, y huyendo de chocantes complejidades tecnológicas que parecían del todo innecesarias. Los más innovadores, extraviados en el vértigo de una profusión de estímulos visuales que exigían la conversión del texto periodístico en una pantalla de convulsiva animación colorida. Y en el centro, la noticia, revestida con ropajes inesperados que velaban su valor germinal de información y formación.

En 2003 se creó la Vicepresidencia OEM en Línea, y la aventura de Organización Editorial Mexicana en Internet inició su tercera etapa, que en estos días está dando paso a su momento más desarrollado: la presentación de un portal que concentrará y organizará la información cotidiana de todos los diarios de la organización.

Un recuento de estos últimos tres años permite entrever tres momentos sucesivos que fueron madurando la idea y la posibilidad de un portal horizontal, que pronto integrará la información generada por más de cuarenta editoras locales cada una a cargo de su propio sitio, además de micrositios con información específica y coberturas periodísticas especiales.

En el primer año, 2004, la meta fue asegurar la presencia en Internet de cada uno de los diarios matutinos editados por OEM. Simultáneamente se iniciaron secciones y servicios realizados en la ciudad de México pero compartidos por todas las páginas: primero una página para presentar información cultural, OEM Culturas, y más tarde otra para la información electoral, OEM Elecciones.

Durante el siguiente año de esta etapa, 2005, se procuró el desarrollo de las páginas de las editoras, a partir de necesidades locales y con recursos periodísticos propios, necesariamente desiguales. En este periodo tomaron forma otras páginas y servicios para los lectores, preparados en la capital del país y compartidos por todas las editoras en sus páginas electrónicas: una página con información sobre la migración y los migrantes, Mi Tierra, otra con foros que buscaron la participación interactiva de los lectores, Foros OEM, y un primer boletín electrónico diario que alcanzó a poco más de mil destinatarios registrados, OEM República.

Ahora mismo, 2006, la prioridad y el motivo de todo nuestro trabajo son integrar y desarrollar las páginas de todos los diarios de OEM en un solo portal, que además renovará la imagen de Organización Editorial Mexicana en la red.

Nuestro equipo ha crecido, ahora somos más y más diversos quienes actualizamos la información en Internet de los diarios de OEM. Somos diez quienes nos hacemos cargo de este trabajo desde la ciudad de México, cinco de nosotros trabajando directamente con los contenidos editoriales, y más de cuarenta editores dedicados a la actualización de las páginas locales en las ciudades donde se edita alguno de los setenta de la organización.

Sobre la marcha, particularmente durante los últimos tres años, hemos reconocido la importancia de definir tareas específicas para una edición en línea, una forma de periodismo que se ha desarrollado con sus propias reglas que la diferencian notablemente, muy notablemente, de los ritmos y las intenciones de las ediciones impresas.

De manera que, además del trabajo de generación y edición de información, esto es, del desarrollo de contenidos editoriales, necesariamente a cargo de profesionales del periodismo, entendimos que hacía falta ayuda especializada en tres áreas: programación y soporte técnico, diseño y desarrollo de productos virtuales, y publicidad y mercadotecnia.

Con estas ideas, avanzamos hacia la definición del perfil deseable para un editor de OEM en Línea: esencialmente, alguien con habilidad suficiente para a) imaginar, investigar, acopiar, seleccionar, editar y preparar la información b) relacionarla temática, cronológica o geográficamente c) enriquecerla con imágenes, audio y video, animaciones y otros recursos similares o posibles, para finalmente publicarla en nuestras páginas electrónicas. Un periodista multimedia.

Pensé que estos antecedentes serían necesarios para, por fin, hablarles de lo que interesaría a ustedes –y de lo que nos interesaría de ustedes- como futuros profesionales de la comunicación, usuarios de periódicos en línea que eventualmente querrían dedicarse a planear, mantener y desarrollar periódicos en línea. Con estos breves aunque dilatados antecedentes, mencionaré las alternativas que en un futuro próximo ofrecerá Organización Editorial Mexicana a los jóvenes en los nuevos campos del ciberperiodismo.

"Los desafíos de la comunicación" también existen para nosotros, por supuesto. La realidad nos reta, la competencia nos motiva, los lectores nos comprometen, continuamente y día con día. Para entender mejor nuestros propios desafíos trataré de resumirlos en cuatro grupos de problemas como campos acotados para proponer y ensayar soluciones. Estas son nuestras apuestas:

1) la idea de fortalecerse desde lo local, con una redacción nacional virtual en tiempo real, que se sustenta en la tendencia característica de Internet a des-centrar la información o multiplicar los centros de referencia

Internet no existe. Internet es una gran ilusión colectiva que se mantiene apenas porque nosotros lo queremos. Todos sabemos que Internet es una red virtual, una red de redes que tiene existencia sólo porque todos hemos decidido que así sea. Desde luego, las máquinas que usamos para construir esta ilusión tienen existencia física, pero operamos con ellas mediante conjuntos lógicos de instrucciones que no tienen más existencia física que la que les damos con nuestro tacto y nuestra vista.

Internet es una entidad imaginaria que tiene su centro ahí en donde cada uno de nosotros se sienta frente a una pantalla iluminada y escribe la dirección de una página, o pide el acceso a un servidor. Una esfera perfecta, infinita, que nos permite ubicarnos en cualquier sitio y desde ahí generar o comprender una realidad propia, coherente, compartida.

Con la perspectiva de un periodista, entonces, Internet permite e impone una dislocación del esquema hasta ahora convencional de la comunicación: el emisor que ordena, hace inteligibles y concentra los mensajes, y que los dispone en un único soporte, rígido e inmutable, al que deben acudir los receptores para enterarse de una cierta percepción de la realidad.

Esta disposición del periodista como emisor, del periodista como operador de un medio de información, es posible ahora para nosotros en cualquier momento y en cualquier lugar, lo que dispersa en el tiempo y en el espacio la rutina que fue habitual durante varias generaciones de periodistas, editores y directores concentrados durante unas cuantas horas en un único espacio físico, ruidoso y oliendo a tinta. Los periódicos en línea se actualizan constantemente, cada pocos minutos dan forma a una posible edición impresa del día siguiente –o a una “extra”- con noticias que, como aprendemos en la escuela, mueren en cuanto nacen y se alimentan de ellas mismas.

¿Cómo tratamos de aplicar estas ideas a nuestro trabajo cotidiano en OEM en Línea? Nos fijamos en la información local, la información que generan y publican todos los días setenta diarios impresos en treinta y nueve ciudades.

Esta localidad de la información tiene una explicación doble. Por un lado, la referencia espacial de una noticia, que como todos sabemos es más interesante para el público, tiene más valor periodístico, mientras más cercana está a su experiencia cotidiana. Por otro lado, esa ubicuidad que es propia de Internet: la información puede ser publicada por cualquiera con acceso a la red y los permisos necesarios, desde una terminal que puede estar conectada en cualquier sitio físico.

Imaginamos entonces una redacción nacional virtual. Un espacio de encuentro e intercambio de información, realmente inexistente, con una doble dimensión y por tanto una doble utilidad.

Es una redacción sincrónica, pues permite la presencia de varios editores al mismo tiempo publicando su propia información y relacionándola horizontalmente, en un mismo plano temático, genérico o geográfico. Es una redacción diacrónica, porque también es posible acceder a una base de datos común en momentos diferentes, durante todo el día puesto que la actualización es continua, según toma forma una noticia o según lo hace necesario el ritmo de producción de la edición impresa que sigue siendo nuestro más fuerte referente.

Una redacción nacional virtual así imaginada requerirá, en cada ciudad donde se publica un diario de OEM y en la redacción central de la ciudad de México, a decenas de editores en línea, co-laborando localmente en equipos multidisciplinarios de periodistas, ingenieros, diseñadores y mercadólogos, procesando y presentando la información en tiempo real con editores en puntos distintos y distantes, asegurando el diálogo con los lectores y gestionando sus consultas.

2) la necesidad de crear espacios de interlocución con los lectores y de participación horizontal de estos, que es otra de las características en el desarrollo de Internet

Fe de erratas: donde dice “editor” debe decir “lector”. Un lector editor, un lector que trasciende la vieja función pasiva del receptor de un mensaje sin capacidad auténtica, efectiva de réplica. Un lector editor que se desplaza del sitio que se le reservaba en el otro extremo de la línea canónica emisor-mensaje-medio-receptor. Estos nuevos lectores editores, con sus múltiples desplazamientos, se convierten en lectores excéntricos que desde cada punto en el que se encuentren pueden dialogar con el periodista profesional de un periódico en línea.

El medio de información, así, ya no es algo que está en medio, separando y diferenciando al emisor y al receptor, asignando a cada uno una función inmutable para una misma información. El medio, entendido como ahora tratamos de entenderlo, se convierte en un entorno, en este caso en un ambiente virtual que contiene a esa nebulosa de lectores que acompaña a un periódico en Internet.

Internet no tiene dueño y nadie puede realmente controlarla. La información fluye constantemente, en todas direcciones, en planos yuxtapuestos, con ritmos desiguales e inarmónicos. La información en Internet se hace, se deshace y se rehace en la medida en que se la apropia un usuario de la red, le agrega un dato o una interpretación propios y la pone a circular otra vez. Y otra vez. Y otra vez...

Con la información de Internet, el periodista ya no puede ser más la referencia única, el criterio de credibilidad. Su autoridad profesional se diluye en la competencia con otras fuentes de información que, sin embargo, no están obligadas por ningún rigor. ¿Cómo puede mantener un periodista su autoridad profesional en Internet, como un especialista con habilidades técnicas adecuadas para manejar este caos creciente de información? Nosotros creemos que aprendiendo a interactuar con los lectores tomados como otra fuente de información: el periodista en Internet como el agente que dibuja un orden reconocible al caos de datos.

Los lectores en Internet son usuarios que llegan a un periódico en línea vagando entre redes. Nómadas cibernéticos, gambusinos postmodernos, van de acá para allá rastreando datos e intuyendo significados. El periodista en Internet debe desarrollar la habilidad para intersectarlos en un punto, en un nodo de la red, donde sea posible una complicidad de intereses. Internet da el soporte, el profesional da el contenido, pero el lector da el sentido.

Tal vez ha llegado el momento de proponer a los periódicos en línea como periódicos de contenido abierto. En este modelo, el periódico pro-pone un contenido, una cierta estructura de información con un significado inteligible, pero se abre enseguida al flujo sin fin de datos, interpretaciones, opiniones, solicitudes y pro-posiciones de los lectores que vagan por la red.

Imaginamos entonces no un periodismo en la red, sino un periodismo en red, que reclama no sólo una co-operación en tiempo real de editores profesionales situados en tiempos y lugares diferentes. Un periodismo en red, de contenido abierto, reclama además como elemento necesario a sus propios lectores, que complementan en tiempo real el circuito de la comunicación: escribir no para que nos lean, sino para que nos respondan, apostar al diálogo con el lector.

Requeriremos, entonces, a editores multimedia capaces de trabajar en equipo y en línea, comprometidos con los lectores, interesados en el riesgo de la exploración de nuevos modos de hacer periodismo.

3) para los profesionales de la información (y para los estudiantes que se preparan para serlo), la importancia vital de una actualización permanente como nuevos periodistas multimedia, ya no sólo multitemáticos y multigenéricos

Internet es un fenómeno realmente muy reciente. Me parece que la mayoría de ustedes no habían sido concebidos cuando algunos nos maravillábamos por tenues noticias de que en ciertas universidades científicos locos empezaban a jugar con un invento de ciencia ficción: yo escribía una línea en mi computadora (bueno, en la computadora de mi instituto en mi universidad), de alguna manera la conectaba a un teléfono, ¡y esa misma línea podía ser leída en otra computadora, más allá del campus!

La imaginación se disparaba: sería posible un flujo continuo de información, una Babel infinita pero amable, que estaría disponible para cualquiera con sólo oprimir un botón. Bueno, no exactamente, pero qué quieren: así nos educaban las historietas. “¡Santo llamando a Tim Burton, Santo llamando a Tim Burton!”

La escuela de periodismo nos enseña, y nosotros aprendemos reverencialmente, los géneros canónicos para ordenar y dar forma a los datos de interés público. Aprendemos en arduas lecciones a decidir la forma más adecuada para presentar un texto periodístico, según el carácter de sus fuentes o el efecto que imaginamos en el lector. Pronto entendemos que esta diferenciación genérica es sólo una convención que facilita la lectura del periódico, y no tardamos en enamorarnos de la libertad que nos regala el género de géneros, el más noble pero el más exigente: el reportaje, que bien llevado se beneficia de las libertades propias de cada uno de los géneros periodísticos sin el lastre de sus limitaciones estilísticas y técnicas.

Aprendemos, pues, a asignar a cada suceso el género más adecuado para su transmisión al público. Aprendemos asimismo, desde luego, a explorar los infinitos temas de que está hecha la realidad. Aprendemos, por fin, a reconocer las diversas fuentes de las que se obtienen –o en donde se ocultan- los datos que dan forma a nuestro texto periodístico.

Desde la escuela, un periodista se busca o se sueña en el medio en el que se desarrollará profesionalmente. Prensa, radio o televisión, agencias o semanarios, oficinas de prensa o campañas, relaciones públicas o comunicación corporativa... y ahora, Internet.

Pero Internet nos reta con una dificultad mayor: tenemos que reaprender el periodismo, para trasplantarlo exitosamente en un soporte donde empezó a crecer silvestre pero que, desde hace varios años, reclama reglas propias de desarrollo.

Para empezar, las condiciones de la percepción: el lector en Internet debe sentarse frente a su computadora, en una posición más o menos cómoda pero única, en un lugar que esencialmente no puede cambiar, por lo que –más allá de los hábitos de consumo de mensajes audiovisuales de la nueva generación- nuestras notas deben ser más cortas, hechas para una consulta rápida, condicionada por la fatiga que impone la postura corporal y la luminosidad de la pantalla.

Reconocemos entonces que el periodista en Internet también está obligado a investigar, constantemente, investigar el periodismo mientras se hace periodismo. ¿Cómo decide un lector en Internet si entra o no a nuestro sitio? ¿De dónde viene y a dónde va cuando se detiene en nuestras páginas? ¿Cómo busca la información, qué hace con ella cuando la encuentra? ¿Cuánto tarda en su consulta, cómo navega dentro de nuestro sitio? ¿Regresa? ¿Cuánto tarda en regresar, con qué regularidad lo hace? El periodista en Internet también está obligado a imaginar.

Se solicitan editores dispuestos a seguir aprendiendo afuera de la escuela.

4) el fortalecimiento de la identidad profesional de los periodistas como mediadores y organizadores de la información en el caos cibernético, incluso en los márgenes físicos del periódico como institución histórica, p. e. los blogs

En Internet, el trabajo propio de un periodista sigue siendo uno que no cambiará, que no tiene por qué cambiar: ordenar la información, darle consistencia y sentido, proponer una significación y una prioridad de lectura, alentar una reflexión o una respuesta.

Vista de esta manera, Internet impone al periodista un enorme desafío: nada menos, mantener su identidad profesional, proponer el valor de su oficio justamente ahí donde está la materia con la que trabaja: la información, ahora compartida desde su génesis por un universo de lectores exigentes y escépticos que portan su propia información y también quieren compartirla.

Organización Editorial Mexicana se inició en los años setenta como una derivación de la primera cadena de periódicos en nuestro país, que ha crecido hasta convertirse ahora en la más importante por su magnitud, tradición y proyección en América Latina. OEM tiene presencia en prácticamente todo el territorio nacional, treinta y nueve ciudades que han tenido que ser enlazadas de diversas maneras, y una presencia consistente de aproximadamente 15% de lectores que crecieron con la costumbre de leer los diarios de OEM y que han migrado a Estados Unidos con esa costumbre, transformada en añoranza.

El futuro ya no es como antes. Imaginado, deseado, ansiado desde un presente volátil, difícil de fijar por un vértigo muchas veces sin sustancia, nuestro futuro de hoy nos impone sin embargo la necesidad de una nueva cercanía con un pasado elemental, ese pasado elemental que nos apremia desde la cátedra universitaria, los libros de texto y las enseñanzas de los viejos de la tribu.

Un aprendizaje que, a fin de cuentas, todavía es posible sólo en la sobrevivencia vertiginosa de una redacción, espacio mítico donde sobrevive mejor el más imaginativo, el más persistente, el más dotado para mirar de frente a la noticia y ponerle pies y cabeza.

Este, nuestro futuro de hoy, nos impone el desafío de volver a aproximarnos a los orígenes del periodismo, un periodismo vital que no tiene por qué ser alterado en su esencia por las nuevas tecnologías. Todo lo contrario: los nuevos dispositivos tecnológicos renuevan al periodismo, el periodismo entendido y vivido como una experiencia humana y humanizadora.

Vivimos y trabajamos ahora en medio de una nebulosa de información, entre wikis y blogs. Una proliferación de datos, una información in-forme, sin forma, o con una forma caótica. Como siempre –somos el segundo oficio más antiguo de la Humanidad-, toca a los periodistas darle forma, editar esta siempre nueva realidad. Nos alimentamos del cambio constante de la realidad: sepamos crecer con esa realidad.

Ciudad de Zacatecas, 31 de mayo de 2006

Mi renuncia (no entregada)

México, D.F., 6 de octubre de 2006

Marisol:

Es terrible lo que acaba de suceder: nada menos, me quitas toda autoridad frente a un editor, que además se ha burlado groseramente de mí. De esto no hay duda: yo le dije expresamente que NO puede hacer algo que, según tu mensaje, “por supuesto” que sí puede hacer. (Un mensaje que yo esperaba como respuesta a lo que yo te escribí, no como una copia de un mensaje para varios destinatarios). Por cierto: no hubo “dudas” sobre el uso de los cartones, fue una evidente y muy grosera falta de respeto no sólo a criterios editoriales que yo me había esforzado por establecer, sino a la indicación misma de que no hiciera lo que él y sólo él quiere decidir.

Pero esto es una anécdota, nada más. En el fondo, has permitido que un editor escoja a su jefe, o que él sea su propio jefe. Es un infausto precedente: has permitido que un editor, con argumentos plausibles pero parciales, ignore a voluntad los criterios establecidos para el trabajo de lo que se ha imaginado como una redacción nacional virtual, criterios mínimos para permitir una presentación uniforme de la información y un desarrollo ordenado de las páginas. En ésta indefinición, en ésta contradicción, abres el camino para que cualquier editor se haga de su propio jefe, varios jefes y ninguno.

Se ha despreciado mi responsabilidad de coordinar su trabajo y el de los demás editores, para integrar una información nacional desde las informaciones locales que publica cada página, según yo he entendido mi compromiso. (Información local, y no “lo más local posible”, no creo que sea posible establecer medios grados).

No creo que la salida sea terminar un “manual de políticas” editoriales, que por lo demás es un proyecto muy serio que requiere mucho tiempo y la participación de varios especialistas. No lo creo, porque nada permite suponer que se respetarán los criterios particulares derivados de los criterios generales, elementales, que ahora se desprecian.

Estos criterios rectores deberían ser muy sencillos de entender, y deberían establecerse sin vacilaciones ni contradicciones por sobre pueriles insubordinaciones y los mismos viejos vicios que parecían haberse reconocido ya hace tres años: 1) una cosa es la edición impresa y otra cosa es la edición en línea, nosotros desarrollamos una edición en línea 2) vamos a fortalecernos desde lo local 3) debemos generar contenidos propios. Todo, con el objetivo final de convertirnos en la referencia de información en internet de México para el mundo. Nada menos.

Con la experiencia del primer mes (ya tenemos cinco propuestas de calendario, ninguna estrictamente cumplida), es posible afirmar que sobrevivirán, fortalecidos y apenas enmascarados, los mismos tres grandes vicios que parecían ya claramente ubicados: 1) se actualiza sólo una vez cada 24 horas 2) se actualiza sólo con la información publicada por la edición impresa 3) se actualiza sólo con textos y fotografías. Una muy pobre manera de entender internet, y sus posibilidades ensayadas ahora mismo por otros diarios.

El nuevo programa para capturar y publicar la información, imperfecto e incompleto, apenas permite una mejor presentación de lo que ya se hacía, mal, hace tres años. ¿Cómo confiar en la seriedad de un programa que reduce la capacitación de sus usuarios al envío por correo electrónico de un par de hojitas, y a quince minutos de instrucciones por teléfono?

Cómo esperar algo real de un “nuevo proyecto” que ignora un diagnóstico obvio, nunca realmente realizado: 1) los responsables de las páginas son técnicos, no son periodistas con suficiente capacidad y autoridad 2) no se dedican exclusivamente a la publicación de las páginas, la actualizan al final de su jornada 3) trabajan durante la madrugada, cuando las ediciones en línea ya han sido cerradas y cuando los coordinadores están descansando 4) están muy mal tratados, incluso salarialmente 5) su equipamiento es precario, obsoleto, e incompatible con el del resto de los responsables de las páginas 6) no hay canales abiertos para el flujo de la información cuando sucede y no cuando debe enviarse a prensas.

Estoy convencido de que, a pesar de todas las limitaciones con las que hemos trabajado, se han logrado avances muy importantes. Estoy convencido de que, con sólo un poco más esfuerzo, organización, equipamiento y buen trato, sí es posible –muy posible- competir incluso con los grandes sitios en México, que ahora son una referencia incluso para editores y reporteros de nuestros diarios.

Estoy convencido de que esto es posible teniendo claras nuestras dos grandes ventajas comparativas, tal vez las únicas: 1) presencia en prácticamente todo el territorio nacional, seguramente con varios centenares de reporteros, fotógrafos, articulistas y editores 2) un consistente 15% de nuestros lectores que migraron a Estados Unidos con la nostalgia de haber crecido leyendo un diario de OEM.

Lo importante ahora es que se hace imposible trabajar con criterios así de contradictorios, y tan viejos que es inexplicable que se mantengan con vida artificial. Creo que es lo último. Ya se habían dado las dos condiciones que, cada una por sí misma, obligan a presentar una renuncia: primero, es evidente al menos desde hace nueve meses que me retiraste tu confianza; segundo, desde luego no estoy y no puedo estar de acuerdo con lo que has aceptado como “nuevo proyecto” para OEM en Línea, que no es más que una forma más bonita y, sí, quizá más práctica de hacer lo que ya hace tres años reconocíamos que era viejo.

Quiero pedirte muy respetuosamente que me permitas buscar otras opciones de empleo, con mi categoría y mi salario actuales, dentro de la misma Organización Editorial Mexicana. Si es posible, me atrevería además a solicitarte tu apoyo para lograr esto lo antes posible.

Quedo a la espera de tus comentarios. Un saludo,


José Alberto López Sustaita