jueves, 30 de noviembre de 2006

Mi renuncia (no entregada)

México, D.F., 6 de octubre de 2006

Marisol:

Es terrible lo que acaba de suceder: nada menos, me quitas toda autoridad frente a un editor, que además se ha burlado groseramente de mí. De esto no hay duda: yo le dije expresamente que NO puede hacer algo que, según tu mensaje, “por supuesto” que sí puede hacer. (Un mensaje que yo esperaba como respuesta a lo que yo te escribí, no como una copia de un mensaje para varios destinatarios). Por cierto: no hubo “dudas” sobre el uso de los cartones, fue una evidente y muy grosera falta de respeto no sólo a criterios editoriales que yo me había esforzado por establecer, sino a la indicación misma de que no hiciera lo que él y sólo él quiere decidir.

Pero esto es una anécdota, nada más. En el fondo, has permitido que un editor escoja a su jefe, o que él sea su propio jefe. Es un infausto precedente: has permitido que un editor, con argumentos plausibles pero parciales, ignore a voluntad los criterios establecidos para el trabajo de lo que se ha imaginado como una redacción nacional virtual, criterios mínimos para permitir una presentación uniforme de la información y un desarrollo ordenado de las páginas. En ésta indefinición, en ésta contradicción, abres el camino para que cualquier editor se haga de su propio jefe, varios jefes y ninguno.

Se ha despreciado mi responsabilidad de coordinar su trabajo y el de los demás editores, para integrar una información nacional desde las informaciones locales que publica cada página, según yo he entendido mi compromiso. (Información local, y no “lo más local posible”, no creo que sea posible establecer medios grados).

No creo que la salida sea terminar un “manual de políticas” editoriales, que por lo demás es un proyecto muy serio que requiere mucho tiempo y la participación de varios especialistas. No lo creo, porque nada permite suponer que se respetarán los criterios particulares derivados de los criterios generales, elementales, que ahora se desprecian.

Estos criterios rectores deberían ser muy sencillos de entender, y deberían establecerse sin vacilaciones ni contradicciones por sobre pueriles insubordinaciones y los mismos viejos vicios que parecían haberse reconocido ya hace tres años: 1) una cosa es la edición impresa y otra cosa es la edición en línea, nosotros desarrollamos una edición en línea 2) vamos a fortalecernos desde lo local 3) debemos generar contenidos propios. Todo, con el objetivo final de convertirnos en la referencia de información en internet de México para el mundo. Nada menos.

Con la experiencia del primer mes (ya tenemos cinco propuestas de calendario, ninguna estrictamente cumplida), es posible afirmar que sobrevivirán, fortalecidos y apenas enmascarados, los mismos tres grandes vicios que parecían ya claramente ubicados: 1) se actualiza sólo una vez cada 24 horas 2) se actualiza sólo con la información publicada por la edición impresa 3) se actualiza sólo con textos y fotografías. Una muy pobre manera de entender internet, y sus posibilidades ensayadas ahora mismo por otros diarios.

El nuevo programa para capturar y publicar la información, imperfecto e incompleto, apenas permite una mejor presentación de lo que ya se hacía, mal, hace tres años. ¿Cómo confiar en la seriedad de un programa que reduce la capacitación de sus usuarios al envío por correo electrónico de un par de hojitas, y a quince minutos de instrucciones por teléfono?

Cómo esperar algo real de un “nuevo proyecto” que ignora un diagnóstico obvio, nunca realmente realizado: 1) los responsables de las páginas son técnicos, no son periodistas con suficiente capacidad y autoridad 2) no se dedican exclusivamente a la publicación de las páginas, la actualizan al final de su jornada 3) trabajan durante la madrugada, cuando las ediciones en línea ya han sido cerradas y cuando los coordinadores están descansando 4) están muy mal tratados, incluso salarialmente 5) su equipamiento es precario, obsoleto, e incompatible con el del resto de los responsables de las páginas 6) no hay canales abiertos para el flujo de la información cuando sucede y no cuando debe enviarse a prensas.

Estoy convencido de que, a pesar de todas las limitaciones con las que hemos trabajado, se han logrado avances muy importantes. Estoy convencido de que, con sólo un poco más esfuerzo, organización, equipamiento y buen trato, sí es posible –muy posible- competir incluso con los grandes sitios en México, que ahora son una referencia incluso para editores y reporteros de nuestros diarios.

Estoy convencido de que esto es posible teniendo claras nuestras dos grandes ventajas comparativas, tal vez las únicas: 1) presencia en prácticamente todo el territorio nacional, seguramente con varios centenares de reporteros, fotógrafos, articulistas y editores 2) un consistente 15% de nuestros lectores que migraron a Estados Unidos con la nostalgia de haber crecido leyendo un diario de OEM.

Lo importante ahora es que se hace imposible trabajar con criterios así de contradictorios, y tan viejos que es inexplicable que se mantengan con vida artificial. Creo que es lo último. Ya se habían dado las dos condiciones que, cada una por sí misma, obligan a presentar una renuncia: primero, es evidente al menos desde hace nueve meses que me retiraste tu confianza; segundo, desde luego no estoy y no puedo estar de acuerdo con lo que has aceptado como “nuevo proyecto” para OEM en Línea, que no es más que una forma más bonita y, sí, quizá más práctica de hacer lo que ya hace tres años reconocíamos que era viejo.

Quiero pedirte muy respetuosamente que me permitas buscar otras opciones de empleo, con mi categoría y mi salario actuales, dentro de la misma Organización Editorial Mexicana. Si es posible, me atrevería además a solicitarte tu apoyo para lograr esto lo antes posible.

Quedo a la espera de tus comentarios. Un saludo,


José Alberto López Sustaita

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