El secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, dijo lo que es evidente desde hace mucho tiempo y que se ha documentado recientemente al menos por el excelente librito de Luis Rubio y un extraordinario número de Nexos: México ya no es un país pobre, somos un país de clase media.
Y eso nos obliga a rehacer el diagnóstico y, por tanto -sobre todo-, a proponer estrategias totalmente nuevas de acción política. Por ejemplo, contra la pobreza extrema. Es cierto, ¿por qué dudarlo más?: desde luego México no es un país de pobres ni, muchísimo menos, un país de miserables. Y no es un país miserable, por Dios: hace tres décadas que ya se advertía que el gran problema de México no era la pobreza como tal, sino la desigualdad. Ambas persisten, pero muy sesgadas por datos que no debemos ignorar.
Por ejemplo, los resultados del Censo, divulgados -y convenientemente ignorados por nuestra absurda y estúpida izquierda- en el principio del año.
(Trabajo en proceso).
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