La cultura
independiente en los medios de comunicación: participo en esta
ecuación como creador y como promotor de proyectos culturales, y he
sido periodista durante más de treinta años. Trato de integrar mi
experiencia como fundador de un proyecto de radio comunitaria y radio
para niños, con mi experiencia profesional de treinta años en el
oficio de periodista, y con mi esfuerzo actual por dar forma a una
agencia de información cultural, esto es, un medio de comunicación
propio. Además, ahora vivo y trabajo fuera de la capital, por lo que
también en este sentido puedo aportar una visión diferente, alejado
del ruido y la furia de la ciudad de México.
No me detendré en
tratar de definir a la cultura o a problematizar la categoría de
“cultura independiente”, el sentido común nos da bastantes
coincidencias. Supongo que el gran tema de esta serie de mesas
redondas se refiere a la cultura de los muy diversos grupos de
artistas que no dependen orgánicamente -aunque con frecuencia sí
presupuestalmente- de los gobiernos o de las universidades, histórica
y jurídicamente los únicos grandes mecenas del arte y la cultura en
nuestro país. Supongo también que nos referimos a los grandes
medios de comunicación: diarios, revistas, radio y televisión.
Yo quiero hablar de
la necesidad de que los grupos culturales independientes se apropien
de los medios, o que construyan sus propios medios, pero sobre todo
que aprendan y se organicen para generar sus propios mensajes y, lo
que me parece muy importante pero que siempre se soslaya, que los
grupos culturales independientes por fin valoren el oficio de los
periodistas como los organizadores y los portadores de su
información, que se valore a los periodistas como trabajadores
especializados, profesionales necesarios.
Lo que yo reivindico
es la posición central, esencial del periodista, del constructor de
noticias y editor de su significación pública. Es lo que anima a mi
taller de periodismo cultural en Aguascalientes: cualquiera puede
aprender -cualquiera debería poder aprender, y ejercer- el oficio de
periodista. Pero es un oficio que, como cualquiera otro, debe
aprenderse antes de ejercerlo.
Pero ser un
periodista amateur, “periodista ciudadano”, comunicador
comunitario, está sujeto a las mismas técnicas y a la misma ética
que el periodismo profesional. Periodismo es periodismo.
Ahora abundan
quienes juegan a ser periodistas en las redes sociales, confunden
noticias con opiniones, no opinan sino que repiten opiniones -esas
deplorables fotos estridentes con un par de líneas simplonas y el
llamado histérico a compartirlas antes de que quién sabe quién las
censure-, se apresuran a replicar rumores sin ninguna verificación y
nunca, jamás se disculpan cuando se equivocan, que es casi siempre.
Sin embargo, las redes sociales son medios y recursos muy efectivos,
definitivamente más eficaces que las alternativas al uso en mis
tiempos escolares del “periodismo marginal”: construir noticias
al margen de los grandes medios corporativos, mercantiles o
institucionales, informar desde los márgenes, colocando en el centro
a los grandes temas. Participar en la conversación pública con
noticias propias.
Hay una necesidad
evidente de difusión particularmente de los grupos culturales
independientes, y no sólo por los grandes medios tradicionales. ¿Qué
información nos interesa?
“En los últimos
años es el móvil -el teléfono celular- el que está posibilitando
un montón de avances. Por ejemplo, en cuestiones como el envío de
dinero a través de la banca móvil, el acceso a contenidos
educativos, la mejora de la salud pública y también el
empoderamiento de pequeños productores, que ahora reciben
información de primera mano sobre el precio de los productos con los
que comercian”. Creo que esta es la información a la que
finalmente nos referimos: la ordenación de datos, la verificación
de sus fuentes, la construcción de noticias, la producción de
información. Información útil para la vida cotidiana, de las
comunidades y de sus creadores.
En Aguascalientes la
relación de los grupos culturales independientes con los medios de
comunicación es muy similiar a la que se ha desarrollado en la
ciudad de México, pero diferente de muchas otras maneras. La
actividad artística es muy intensa, y muy escasos los espacios en
los medios locales: la presencia de la cultura en los medios es casi
inexistente, apenas un diario -que publica casi sólo boletines- y
las estaciones de radio del gobierno y de la universidad pública del
estado.
Fuera de la ciudad
de México es más evidente la necesidad de concentrarse en lo local,
que es donde se hace contacto con el público: el público que crece
con el artista. Fuera de la ciudad de México, también, es muy
evidente que sólo cuando se habla de la televisión y de ciertas
radiodifusoras-franquicia es posible hablar de “medios nacionales”:
los diarios que se publican en la ciudad de México, y la inmensa
mayoría de las estaciones de radio -incluso todas las permisionadas-
no son medios nacionales sino medios locales, sólo que de una
localidad grandota. Aunque, también es cierto, son los medios con
vocación cultural de la ciudad de México los que acuden a ciertos
acontecimientos locales o regionales y les aseguran proyección
nacional e incluso internacional, una tendencia que no comparten los
medios locales atrapados por su preciaria subsistencia.
Los medios
comunitarios no responden a la lógica mercantil de la radio y la
televisión concesionados, que hacen negocio vendiendo muy libremente
sus tiempos y, como dijo cínicamente en alguna Bienal de Radio un
representante del grupo español Prisa, aliado en México a la W,
“nosotros no vendemos tiempo, vendemos orejas”: el público como
mercancía. Los medios comunitarios tampoco responden a la lógica
institucional de la radio y la televisión permisionados -o
autoconcesionados, como los extraños casos del canal 22 y algunas
estaciones del Imer-, que buscan no rentabilidad financiera sino
rentabilidad institucional.
Los medios
institucionales abren espacios a la información de los grupos
independientes porque es su obligación, en cuanto que operan con
dinero público; los medios mercantiles lo hacen como un servicio
adicional a sus usuarios, que tarde o temprano de alguna forma les
cobrarán. En cualquier caso, se trata de la sociedad civil
ejerciendo su derecho a la información: el derecho de los ciudadanos
no sólo a ser informados por los medios, sino a informar por los
medios.
Menciono las dos
posibilidades en las que se ha avanzado más o menos concientemente,
más o menos efectivamente. Una es ocupar espacios en los medios
comerciales o institucionales. Muchas radios, por ejemplo, sobre todo
en los estados (y esto sólo sorprende a quienes se detienen a
reflexionar sobre estos temas con la perspectiva de la capital), se
abren continuamente y se mantienen abiertas sin demasiada heroicidad, si se sabe motivarlas: en los medios mercantiles lo que más
importa es la dimensión económica de la cultura, la cultura que
genera valor en toda la cadena de producción cultural. Y no olvidar
a Conaculta y a Notimex como medios de información: aprendamos a
explotar la lógica de la agencia, la multiplicación de los
boletines, algunos realmente muy bien escritos.
¿Un medio de
comunicación propio? Son palabras mayores. Para desarrollar un medio
propio debemos considerar -y resolver- problemas financieros,
técnicos, jurídicos, políticos y profesionales. Sí es posible,
pero muy costoso, en tiempo y en dinero.
Hasta ahora nos ha bastado con que nos abran espacios, pero desde luego se trata no sólo de apropiarse de espacios en medios ya existentes sino de crear espacios propios, de iniciar procesos de comunicación propios. Se trata, así, de generar contenidos -noticiosos, informativos, periodísticos- pero -insistiré en esto- necesariamente mediados por el oficio del periodista, con sus reglas, sus técnicas y su ética, que valen y son exigibles en cualquier medio. También en el periodismo amateur, la comunicación comunitaria o como queramos llamarle.
Hasta ahora nos ha bastado con que nos abran espacios, pero desde luego se trata no sólo de apropiarse de espacios en medios ya existentes sino de crear espacios propios, de iniciar procesos de comunicación propios. Se trata, así, de generar contenidos -noticiosos, informativos, periodísticos- pero -insistiré en esto- necesariamente mediados por el oficio del periodista, con sus reglas, sus técnicas y su ética, que valen y son exigibles en cualquier medio. También en el periodismo amateur, la comunicación comunitaria o como queramos llamarle.
Recordemos que la noticia se construye, la noticia no es el hecho
sino el relato de ese hecho. Entonces, ¿cuál es el hecho cultural
que nos interesa comunicar? Tal vez la existencia misma, la actividad
misma de un cierto grupo cultural independiente, de una cierta
comunidad. Este es el valor que debemos cultivar, y definir, antes de
comunicarlo.
Pero además la comunidad, el
artista, requiere información propia para reconocerse y
desarrollarse. Así es que por una parte necesita acopiar información
del exterior, para definir y contrastar sus propios signos de
identidad, y por otra parte necesita hacer circular esa información
entre sus integrantes: hacerla común, comunicarla. Es decir,
mediante la información hacerse comunidad, ser comunidad.
El otro espacio en
el que la comunidad, el artista, requiere información propía es el
único espacio que acostumbramos mencionar cuando nos reunimos a
hablar de la cultura independiente y la comunicación: la información
hacia el exterior, la información cultural al encuentro de su
público. En este caso, lo vital -porque si no se hace, y
habitualmente no se hace o se hace mal- es definir el público al que se quiere llegar. Por
tanto, se trata de conocer al público de cada medio antes de acudir a ese medio:
reconocer las políticas editoriales y mercantiles de cada medio, y
ajustarnos a sus condiciones estructurales para colocar nuestro
mensaje: por ejemplo, para estar en la televisión necesitamos
imágenes más o menos espectaculares, un discurso sencillo y
emocional.
Y en este marco es
donde se reconoce la disposición de cierto comunicador -reportero o
editor-, tal vez bienintencionado pero seguramente condicionado:
ciertamente, no siempre son los medios -o sus jefes y editores- los
que “abren el espacio”, con más frecuencia son directamente los
periodistas que trabajan en estos medios, que al fin y al cabo son
los que tienen contacto cotidiano con los grupos artísticos y
asisten a sus actividades.
Ahora bien, si valoramos a
nuestra comunidad, nuestro grupo, su identidad y su actividad
cultural, si lo valoramos más allá del acontecimiento cultural
mismo, si revelamos su valor económico o político, no tenemos por
qué limitarnos a las secciones de cultura, muchas veces inexistentes
o demasiado pobres: desde la cultura un medio se nos abre al infinito, podemos llegar
con nuestra información a cualquier sección y a cualquier
colaborador.
Más: el público de un medio no necesariamente es nuestro público, y más frecuentemente el público que nos interesa no encuentra información cultural en el medio que lo informa. Los periódicos sensacionalistas y las radios-a-gritos que tanto despreciamos son quienes tienen al público que nos interesa. O de otra forma: los públicos que interesan a los artistas no necesariamente son los públicos de los medios abiertos a escuchar a esos artistas, por lo que así estaríamos disipando nuestra información y agotando nuestros recursos y nuestro tiempo.
Más: el público de un medio no necesariamente es nuestro público, y más frecuentemente el público que nos interesa no encuentra información cultural en el medio que lo informa. Los periódicos sensacionalistas y las radios-a-gritos que tanto despreciamos son quienes tienen al público que nos interesa. O de otra forma: los públicos que interesan a los artistas no necesariamente son los públicos de los medios abiertos a escuchar a esos artistas, por lo que así estaríamos disipando nuestra información y agotando nuestros recursos y nuestro tiempo.
Es posible ir
directamente a ése público. Pero primero -insistiré también en
esto- tenemos que definir a qué público queremos llegar, y
enseguida tenemos que averiguar cómo se entera ese público de lo
que le interesa. Entonces, y sólo entonces, podremos generar nuestro
mensaje adecuado al medio usual del público que nos interesa. Tal
vez una barda pintada y no un boletín de prensa.
En resumen: el
artista -la comunidad- debe buscar a un comunicador afín (un
comunicador profesional, es decir, un comunicador preparado para
hacer un trabajo especializado, y que cobra por hacer ese trabajo), generar sus propios contenidos, adecuados para el público de su
interés, y colocarlos en los medios de información usuales
precisamente para ese público.
En fin, aprendamos a
usar a los medios: a cada medio un público, a cada medio un mensaje.
¿Y cuál es el mensaje? El artista es el mensaje, porque el artista
siempre lo es y no sólo cuando está presentando su creación al
público: el artista es artista cuando concibe su obra, cuando la
escribe, la ensaya, la gestiona. Y el periodismo cultural debe
acompañar al artista durante todo este proceso, para que los
públicos conozcan al artista y se reconozcan en su obra más allá
del estreno: el arte como un proceso, y no como un “evento”. El
público le da sentido a ese proceso, el público no es un espectador
sino un cómplice de ese proceso.
En la reciente II
Cumbre Continental de Comunicación Indígena, realizada en el
territorio mixe de Tlahuitoltepec, Oaxaca, en octubre, se recomendó
“dar el mensaje más allá de si se tienen o no medios”, usar “la
comunicación indígena como herramienta política”, y una
“necesaria alianza de medios y universidades para un proceso de
formación de los comunicadores”. Las conclusiones de una de sus
mesas de trabajo piden “no sólo intentar entrar al sistema (de
comunicación), sino construir uno. Construir un discurso propio y
establecer con él la agenda de los medios, propios y ajenos.
Revalorar las formas ancestrales de comunicación. Pasar de ser
objeto a ser sujeto, de ser la imagen a ser creadores de imágenes”.
Se propone “una comunicación propositiva, con contenidos locales,
participativos, prácticos”. “Para construir el desarrollo desde
los pueblos, para construir interculturalidad: conocer y diferenciar
al otro sin discriminarlo, con una identidad clara se puede ser
universal sin dejar de ser uno mismo. La condición es esa: ser uno
mismo primero”. Y “si no tenemos suficiente tecnología, o
cultura tecnológica, usemos la creatividad”, no al victimismo.
Primero, debe
aceptarse que es indispensable un buen diagnóstico, de nuestras
necesidades y de nuestros recursos, de lo que queremos y -sobre todo- de lo que realmente podemos hacer en cuanto a
comunicación.
Segundo, y esto me
parece aún más importante, debe aceptarse -y hablo de aceptación
como lo hacen los psicoanalistas, el momento final de un proceso de
paso por una pérdida traumática- que la
“cultura” que expresa, que porta, que presenta nuestro grupo es
tan cambiante como la realidad, y -sobre todo- que las
estrategias y los productos de comunicación también son
necesariamente cambiantes. En cada momento cambia nuestra cultura,
cambia la realidad, cambian nuestras relaciones con esa realidad,
y por tanto también cambian las formas y los medios de comunicación de nuestra cultura.
Tercero, hay ciertos
principios que por algo lo son, y en el caso del periodismo -como
técnica de comunicación periódica y regular de cierta información-
estos principios también deben reconocerse, y desde luego aplicarse,
lo mismo en los entrañables periódicos murales que en las caóticas
y catárticas redes sociales.
Cuarto, la exigencia
de excelencia, el orgullo de la eficacia. Recordar que lo
“comunitario” es un apellido que no exime de la exigencia de
excelencia, al contrario. Como aquella escena de “La batalla de
Argel”: denme uno de sus aviones bombarderos, y les entrego todas
nuestras canastas con explosivos. Es decir: “si esto hago casi sin
recursos, imaginen lo que haría con una concesión y un
presupuesto”. Como diríamos en mis
tiempos de escuela, seamos comunicadores alternativos, que aspiran a ser
además comunicadores alterativos: comunicar su propia realidad, y alterar la
realidad que los limita y condiciona.
¿Qué hacer?
Aprender periodismo, hacer periodismo. Generar mensajes propios,
mensajes de calidad, eficaces, pertinentes. El periodismo es un
oficio que se aprende con la práctica continua, si se tiene una
firme base teórica y un inteligente acompañamiento de maestros.
Cualquiera puede aprender periodismo. Pero sólo quienes saben hacer
periodismo deberían hacer periodismo, para hacer un buen servicio a
los grupos independientes. Crear cadenas de valor, emplear a los
periodistas.
Propongo concebir al
periodismo cultural como estrategia para la formación de públicos,
incluso con la mediación de los grandes periódicos impresos o
audiovisuales. El propósito no es ganar los medios, ni siquiera
crear medios propios. Como su nombre lo indica, son mediaciones,
puntos intermedios. El propósito es ganar públicos. Comunicar a los
creadores con sus públicos.
Vuelvo a resumir: 1) segmentar nuestro público
objetivo 2) averiguar cómo se informa 3) entonces, y sólo entonces,
iniciar el diseño de mensajes, siempre en función de los medios con
los que se informa nuestro público objetivo. ¿Quiénes, cuántos se
enteran por las carteleras de los diarios, o -mucho menos
importantes- de radio y de televisión? O de otra forma: ¿cómo se enteran quienes
llenan por miles los conciertos de música grupera, o de rock? Pues
eso: pintas en las bardas, volantes en otros conciertos... Pero
también, por qué no, recursos jamás intentados, como spots en los
peseros...
“Hace falta
difusión”, es la coartada más usada. Creo que no hace falta más
difusión, sino mejor difusión. Y para esto son necesarios los
periodistas. Y los medios, por supuesto; pero ¿qué medios?; y más
importante: ¿cómo?, que es decir ¿qué mensajes colocar en qué
medios, en qué momento? Entonces, de lo que se trata es de cómo
usar qué medios para transmitir qué.
Es decir, pasemos
del (buen) periodismo informativo, con los recursos y en los medios
realmente disponibles, al periodismo persuasivo (no la pura
propaganda ideologizada y habitualmente intolerante), y al periodismo
imperativo: el periodismo para la acción.
(Conferencia presentada en la mesa redonda sobre la cultura independiente y los medios de comunicación organizada por la Asamblea por la Cultura y la Democracia (Acude) que preside mi amigo Jorge Pantoja, el jueves 7 de noviembre de 2013 en el auditorio de Radio UNAM en la Ciudad de Mëxico).
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