miércoles, 5 de diciembre de 2012

Escribimos para ser, leídos

Siempre que escribimos tenemos la certeza de que seremos leídos por otro. Escribimos con esa intención: escribimos para ser leídos.

Quizá sólo para ser leídos por quienes seremos en un futuro más o menos próximo, como sería el caso de los diarios, al margen de los muy frecuentes episodios de indiscreción o extravío que aproximan estos ejercicios de libre escritura a lectores inesperados, con resultados no siempre deseados.

Y ni qué decir de la correspondencia, género epistolar aparentemente abandonado y sin embargo en explosivo crecimiento -aunque fragmentario- en las así llamadas “redes sociales”. Es claro que internet significa, sobre todo, la fácil difuminación de la siempre frágil frontera entre lo privado y lo público: escribir en Facebook es compartir información, como lo establecen las letras chiquitas del contrato que sin ningún cuidado firmamos con un click al abrir nuestra cuenta, y compartir información es el gran negocio de los creadores de esta plataforma.

Sí, escribimos para ser leídos. Escribimos para ser, leídos.

Liliana Weinberg habla en su libro Entre el paraíso y el infierno de “el escritor quien, inmerso en su realidad y su tiempo, no puede distanciarse de los hechos, condenado metafóricamente a escribir un diario y nunca una memoria, que es la que permite dar sentido a las instantáneas de una vida”. Lo que apunta a la posibilidad no sólo de que escribimos para ser leídos sino que escribimos para ser leídos en lo que somos y hacemos ahora mismo: así entonces, escribimos como un ejercicio de corrección continua de nuestro pasado. Escribimos para ser recordados, pero no como hemos sido sino como ahora queremos haber sido.

En el mismo sentido, la autora reflexiona que “uno de los mayores suplicios es, para el escritor de nuestra región -para cualquier escritor, diría yo-, pensarse sin lector (...) El paraíso es el diálogo total, la inteligibilidad total, la comprensión total, la comunidad total de sentido (...) Inversamente, el infierno del escritor es el silencio, la no lectura, la soledad clausurada, el espacio social quebrado”. Y citando “El signo y el garabato” de Octavio Paz, insiste: “el poema -y, tal vez, todo texto- jamás se presenta como una realidad independiente. Ningún texto poético tiene existencia per se: el lector otorga realidad al poema”: el lector le da sentido al texto, sin lector el texto no tiene sentido, es un sinsentido.

En el origen de la escritura está la necesidad de trascendencia, de permanencia. Es la necesidad de exteriorizar algo, comunicarlo, en el sentido de hacerlo común, de insertarse en una comunidad. Una comunidad de sentido.

Dice José de la Colina, a propósito de cierto escritor francés del siglo XVIII: “Quizá el duque (Saint Simon) no deseaba la posteridad, pues un memorialista maniático no mira hacia el futuro sino hacia un pasado requerido como un eterno presente”, lo que nos lleva a introducir la intención en la sustancia del escrito. Pero eso es tema de otro ensayo.

lunes, 8 de octubre de 2012

La narración radiofónica

El programa académico de la novena Bienal Internacional de Radio, que se realizó del 1 al 6 de octubre en la ciudad de México y que fue posible seguir en internet, pronto encontró un motivo de importancia central: la narración radiofónica, la narratividad de la radio, la narratividad en la radio. Estos son unos primeros apuntes para un ensayo mayor, con lo que quiero iniciar un seminario en el próximo encuentro de productores de radio para niños en Zacatecas.
Extraordinariamente estimulante Jesús Martín Barbero en la primera conferencia magistral. La radio: ¿cómo puede morir el único medio que habla desde la oralidad?, que es no el pasado del mundo sino su futuro; el mundo digital tiene mucho más que ver con la oralidad que con la palabra escrita; un viejo-nuevo, novísimo objeto de estudio que no ha dejado de transformarse, como no ha dejado de transformarse el habla de la gente; lo digital está más cerca de lo oral que de lo escrito; el chat es una transcripción de lo oral, no es escritura, no se le puede pedir la ortografía de la escritura; internet, como lo oral, es el mundo de lo efímero, la escritura en internet es otra cosa; internet no es un medio más: es otra cultura, que desestabiliza lo escrito y transforma lo oral: lo que está en crisis son las narrativas...
Más de Barbero: los nuevos relatos están en los videojuegos... contar significa hacer relatos, pero también ser tenido en cuenta, y hacer cuentas: hay que saber contarse... Y también: la derecha, y la izquierda, confunden lo público con lo estatal... público es lo que ponemos en común Estado (uno) y sociedad (diversísima)... Y por fin: no hay que saber leer para ser buen ciudadano, hay que saber escribir: derecho a informar y no sólo a ser informado (derecho a hacer radio y no sólo derecho a escuchar radio)...
Algunas observaciones no por repetidas menos atractivas de Néstor García Canclini, en la segunda conferencia magistral: el riesgo para la radio no es la espectacularización sino la verborrea, el gran desafío de la radio es cómo hablar del silencio... habitamos la ciudad con los oídos, las recientes tecnologías de la información dan alternativas orales para probar otros sentidos, propician mayor libertad a los usuarios en intercambio con otros, otra visión de la ciudad se nutre del habla... si la radio está viva es por su capacidad de acompañamiento, porque llega mucho antes a lo que sucede... en cualquier lugar encuentra a sus audiencias, tiene mayor libertad para hablar de todos los temas, la narrativa radial incorpora actores ausentes en otros medios, los individualiza desde su especificidad local... la radio no acaba de decirnos todo, y a nosotros nos falta aprender a escucharla...
Alejandro Piscitelli y su explosiva incitación a imaginar y a inventar con otras formas, en la cuarta conferencia magistral: somos hijos de los relatos, el arrullo materno y su nostalgia... pero actualmente existen ficciones inmersivas, acciones performativas, transmedia: un nuevo modo, un nuevo orden narrativo está operando, necesitamos aprender a contar de una forma distinta y por tanto necesitamos una dinámica de trabajo distinta... un equipo interdisciplinario pero no en el sentido convencional: que cada persona sea dos o tres personas diferentes, cada uno multidisciplinario en sí mismo... no aprende la cabeza, aprende el cuerpo, estamos acostumbrados a enseñarle a la cabeza nada más, pero es totalmente distinto: necesitamos generar dispositivos que exigen la intervención, diseñar interfases para trabajar en grupo, nuevas formas de interacción... un diseño participativo, enjambres de ideas, fusiones y cruces de líneas, devolver valor a la cultura de la experimentación, a la cultura del fracaso (la escuela aborrece el fracaso, la escuela sólo recompensa el éxito, la reproducción de lo instituido)... cómo construir postorganizaciones que hagan pasar del genio individual al genio colectivo: bandas creativas... aprender a enseñar con la boca cerrada, aprender a aprender con todos los sentidos...
Omar Rincón, divertidísimo, hablando de los formatos radiofónicos en la quinta conferencia magistral, “cuatro relatos y un final feliz”: no importa el contenido, importa la narrativa... primero, las lecciones de los maestros: una revancha de lo escritural, una nueva oralidad / el problema de la radio no es que sea espectáculo, es que habla demasiado: no es hablar, es narrar lo que hay que hacer en la radio / cómo desde la comunicación se puede producir ciudadanía / hoy crear en comunicación es crear en banda... segundo, tres “meteoritos” que han cambiado la comunicación: internet, ciudadanía, nuevos sujetos, que requieren nuevas narrativas, que no hemos convertido en nueva comunicación... tercero, la radio está demasiado formolizada, huele a cadáver: se oye una emisora y se oyen todas; en la radio más que contarnos historias quieren ilustrarnos, el abuso de los efectos sonoros que no deja oir; pausas para abrir el diálogo con el oyente: dar tiempo para la conversación; estamos perdiendo la capacidad de seducción, que es contar historias... cuarto, repensar la radio: cuál es el lugar cultural de la radio, en qué ritual cultural entra la radio, o no podremos hablar a la sociedad; repensar los discursos, seguimos hablando como si la realidad no cambiara; inspirarnos en nuestras oralidades, practicar lo popular: no se basa en la producción de conocimientos sino en la producción de reconocimientos, todos los tonos tienen derecho de expresión radiofónica; ¿dónde está la calidad?, el valor está en la colectividad que genera, en los temas de conversación que propone; el primer objetivo es narrar bien: la radio es conversación y compañía, la radio no es de profundidad sino de navegación; el guión es un atentado si no es algo que diga narrativamente a dónde quiero llevar al oyente, qué camino le propongo; cada historia tiene su forma de contar, que se debe descubrir... happy end: hoy lo que importa es producir experiencias; tener qué decir y ganarse la escucha; recordar que la radio es ritmo: ¡a hacer radio bailando!... bárbaro.
José Iges cierra anticlimáticamente, con la sexta conferencia magistral que sin embargo continúa y concluye también el seminario Resonantes que él curó: el silencio absoluto no existe, y no hay dos silencios iguales... la costumbre de habitar un lugar y la costumbre de percibirlo sensorialmente... interferencia, sobreponer paisajes sonoros: arqueología de sonidos, traer sonidos naturales a entornos urbanos... no una amplificación sino una interferencia, un doble paisaje doblemente acústico que genera otro tipo de percepciones y de comportamientos...
Muy interesante la intervención de James Llul, que intenta una analogía entre la teoría de la comunicación y la teoría de la evolución, en la segunda mesa de discusión: somos comunicadores naturales; como las abejas: somos individuos en sociedad... las audiencias de la radio son formas de organización social, una manera de pensar anónima, grupal; la radio da confianza en personas no conocidas... las redes sociales son extensiones de las herramientas originales del homo habilis; ahora hay una explosión de formatos, cambios en la experiencia de ser miembro de una audiencia... en la actualidad, con individuos fragmentados y dispersos, ¿qué significa comunidad?, ¿todavía se pueden formar comunidades con la radio?, ¿cuáles formatos funcionan mejor?...
Mariano Cebrián, profuso y divagante, en la tercera mesa de debate, habla del big bang o la expansión de la radio y la necesidad de entenderla en la integración de plataformas de comunicación: cuando se diseña el producto sonoro, pensar en cómo explotarlo en cada plataforma, combinar usos para enriquecer el mensaje y hacerlo llegar de la mejor manera; cross media, un salto más allá deuna única plataforma (AM, FM, satelital, internet, smartphone)... debemos plantearnos de qué radio hablamos, usamos de forma abstracta el término: examinar las sinergias y la diversidad de plataformas en las que la radio puede aparecer... entender al espacio virtual como espacio público, todo lo que ahí aparece deja de ser íntimo... nuestras conversaciones cotidianas llegan a las redes sociales, desde la chabacanería hasta la competencia con el periodismo... sectores que no funcionan de manera aislada o enfrentada, el gran desarrollo ahora es que se está produciendo otro ámbito de comunicación...
Gabriela Warkentin, en la quinta mesa, llama la atención sobre la multiplicación de contenidos que realmente significa fragmentación de escuchas: se dice que estamos en la sociedad de la conversación, pero ahora -ojalá que sea un momento previo- realmente estamos en una sociedad del ruido: todos hablamos y nadie escucha... más que conversar, estamos en una exploración constante de los propios contenidos... el encuentro con el otro se vuelve prácticamente imposible: en nuestra preocupación por llenar espacios de silencio, llegamos al tiempo de gritar, ¿quién va a escuchar todos esos contenidos?, ¿cómo vamos a crear a nuestras audiencias?... sigo a, soy amigo de la gente que piensa como yo y ve el mundo como yo: la fatiga informativa nos lleva a encerrarnos en nuestras burbujas... los que hacemos radio no escuchamos, la audiencia no es interpelada, está creando sus propios contenidos... la necesidad de buscar una fórmula de diálogo en torno de los contenidos, pero sobre todo de una producción con lógica en red, pero nos unimos en red para resolver problemas de producción y no para compartir la creación de sentido, cómo crear nuevas redes en un mundo que exige una flexibilidad diferente...
Por cierto, un par de horas después Omar Rincón la criticó, con razón: ella también habló y no se quedó a escuchar...
Ricardo Haye, otra vez, en la sexta y última mesa, aunque con menos fuerza que en su intervención de la víspera en el seminario Resonantes: reconsiderar el concepto de fugacidad de la radio, los textos sonoros ahora están fijos, permanecen en la red, permiten elegir la posibilidad de la escucha... también reconsiderar la unisensorialidad de la radio: una tela pintada puede tener equivalentes en un lienzo sonoro, la radio puede actuar sobre las emociones y las sensaciones, una exacerbacón sensorial... pensar la radio con imágenes, representaciones mentales generadas por una variedad de estímulos sensoriales... atreverse a pensar en expandir los órdenes de percepción de la radio, la radio misma está sobrepasando sus límites históricos... audacia, experimentación, ideas y formas insuficientemente desarrolladas para crear nuevos estímulos que reorganicen sus conceptos artisticos... (aunque los ejemplos que presentó sonaron de lo más convencional).
La ficción radiofónica apareció también desde la primera mesa del seminario Resonantes, con el estimulante Ricardo Haye: de tramas y pesonajes, la radio se ha vaciado de relatos... es necesario un nuevo estatuto para la ambigüedad (sin ambigüedad no hay ilusión y sin ilusión no hay arte), recuperar el espacio de los relatos... tres citas de Nietszche: primero, los mensajes que se guardan en los pliegues de una historia son más cautivantes (la razón narrativa), una forma de conocimiento y comprensión distinta a la discursiva... segundo, el género del futuro será el fragmento, ¿qué mayor sensación de ausencia que la incompletiud de una escriturea fragmentaria?, la insinuación que nada explicita, la evocación no mediatizada de una posibilidad que se anuncia y no se enuncia... la radio en tiempos de fragmentación: pautas nuevas en la recepción y en la comprensión de los mensajes... atención a la fragmentación en el nivel de la recepción, secuencias sin sentido, inconexas e incluso contradictorias... el fin de los largos parlamentos ante la menguante atención que los propios medios contribuyeron a instalar, ¿cómo contar hoy?... tercero, la fantasía, una posibilidad notable para comprender la realidad: ¡la sonoridad de una habitación vacía!... límites dinámicos ante audacias expresivas... la radio que no interpela a los sentidos contribuye a que continúen atrofiados... prestar voz radiofonica a lo que no es, a lo que podría ser, a lo que no será nunca... reclamar a nuestra radio que nos arrulle con relatos, que vuelva a seducirnos con aquel cálido “te voy a contar”...
Dejo pendiente una edición más intencionada de todas estas ideas en el sentido del seminario que imagino, pero ya están aquí todos los elementos sobre los que quiero seguir trabajando en un ensayo-seminario-taller-curso-libro o qué sé yo ahora sobre el guión radiofónico, particularmente el que se usaría en un programa para niños. Vale.

martes, 31 de julio de 2012

Radio a colores

Si la imaginación de un niño es infinita, seguro se lleva bien con la imaginación radiofónica: todo cabe en la radio, basta con decirlo -con sonidos- para crear cualquier escenario y poblarlo de personajes, jugar con cualquier historia, asombrarse con cualquier descubrimiento, atreverse a cualquier invención. Y los niños son tal vez el público más difícil para una producción de radio, pueden rozar la crueldad con su franqueza: si no me gusta, me voy nomás. ¿Cómo atrapar la atención de un niño?, ¿cómo mantenerlo asombrado, jugando, sonriendo durante varios minutos?, ¿cómo hacer una radio a la altura de los niños?

En México sí hay quienes se atreven a intentarlo. Algunos, heroicamente, desde hace varios años, aquí y allá. Entrando a empujones a las radiodifusoras culturales, estatales, universitarias, públicas, manteniendo precariamente una rendijita de 30 minutos a la semana para asomarse al maravilloso universo de los niños (y las niñas). O moviéndose con sus propios recursos hasta las comunidades donde los niños se encuentran, para trabajar ahí con ellos y luego llevar sus voces a discos que pronto se desvanecen en circuitos inverosímiles. También los hay, y es lo más importante, quienes pisan fuerte en sus primeros pasos en la vida adulta queriendo comunicarse con los niños por medio de la radio, acompañarlos en sus necesidades de expresión radiofónica, aprender con ellos a contar historias y crear ambientes sólo con sonidos, que eso es hacer radio.

Esto es lo que sucede este fin de semana en Puebla: decenas de productores y aprendices de la radio para los niños (y los adolescentes) se reunen para hablar de qué es y cómo usar la radio, si queremos una sociedad armónica con espacio para todos. Un encuentro regional que ya es anual y que ahora es, otra vez, un estimulante ejercicio de juventud por contagio: productores jovencísimos tomando el relevo, compartiendo la discusión con veteranos hacedores de la radio para los niños. Y un premio a una colega menor de 30 años: el Segundo Premio ¡Para la Oreja! a la Creatividad Radiofónica para Niños y Adolescentes, para Jacqueline Bedolla Sámano. Bienvenida, bienvenidos todos al alegre desafío de seguir construyendo una radio a colores para los niños.

(Texto leído en la inauguración del tercer encuentro regional anual de productores de radio para niños, Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos, Puebla, viernes 27 de julio de 2012).

miércoles, 13 de junio de 2012

Cultura viva, radio propia

La idea convencional de cultura es equívoca y excluyente. Se piensa que la Cultura (con una mayúscula que es como un muro para marcar un territorio exclusivo) es la capacidad de aproximarse a expresiones artísticas sofisticadas y con frecuencia incomprensibles. La Cultura es entonces la posibilidad de apreciar creaciones de "bellas artes" como conciertos de música "clásica", puestas en escena de teatro o danza, exposiciones de pintura o escultura, películas de autores de apellido impronunciable, o conferencias con cualquier tema que no ocupe la primera plana de los diarios, desde los secretos de las pirámides de Egipto hasta el impacto de los ataques al World Trade Center en el diseño de las artesanias étnicas.

Por otra parte, la Cultura se identifica con la acumulación dedatos más o menos eruditos, más o menos triviales, habitualmente inertes, inocuos. Así, un hombre "culto" es alguien que puede recitar datos que a todos asombran, algunos envidian y a nadie le sirven. Vemos venir a un hombre "culto" y no nos alegramos con la posibilidad de una conversación interesante de la que podemos tener nuestra ración diaria de nuevos conocimientos, no, vemos venir a un hombre "culto" y nos cambiamos de acera, para evitar que nos embarre en la cara nuestra ignorancia y nos empequeñezca como pobres diablos incapaces de decir el nombre científico del colibrí.

Hace veinte años, poco más o menos, se dio por agregar un apellido a esta palabrita que ahora manoseamos para hacerla más accesible a nuestra experiencia cotidiana, por ejempo para quienes por ningún motivo se aventuraban al interior de un museum (el sitio donde habitan las musas, ¿ven cómo no se puede estar un ratito quieto sin que nos gane la tentación?) Se hablaba entonces de "cultura popular", y se consumieron miles de páginas y de horas tratando de darle una forma definida a este par de palabras, y sobre todo convenciendo a la gente no-culta de que, cómo no, sí era culta sólo que de otra manera más noble, con el prestigio de lo políticamente correcto, y sobre todo realmente al alcance de cualquiera puesto que ni siquiera era necesario ir a la escuela para tener "cultura popular".

De ahí a la total distorsión que del concepto de cultura han desarrollado los antropólogos desde el siglo antepasado no había más que un pasito, que desde luego todos dieron alegremente, y durante años y años nos conformamos con que por un lado había Cultura con mayúscula, en la que algunos privilegiados o despistados participamos a cambio de lo mucho o poco que cuesta el boleto para asistir a un "evento cultural", y por otro lado había "cultura popular", experiencia que alimentábamos con la simple -a veces demasiado simple- condición de ser, así nomás: soy como soy, es nuestra cultura. Y todos contentos.

Y así llegamos a donde estamos ahora, ustedes asistiendo a un "evento" de Cultura que da mucho prestigio porque no sucede todos los días, y acá de este lado de la realidad yo, tratando de llegar sin demasiados raspones a la idea de que sí, de veras, por más que le demos vueltas "cultura es todo lo que hacemos, y cómo lo hacemos".

Sobre todo esto: cómo hacemos lo que hacemos, cómo cultivamos lo que sabemos y lo que creemos, cómo aprendemos y transmitimos los símbolos en los que nos reconocemos como un grupo humano, cómo nos organizamos para transformar la naturaleza, usar las tecnologías, consumir la energía.

Por eso hablar de cultura implica, necesariamente, hablar de comunidad. Y desde luego toda comunidad tiene cultura, es cultura. Cultura es lo que hacemos, sabemos,imaginamos en común.

Pero estas comunidades, las de nosotros y las de los otros, estos grupos de personas vivas que se encuentran y se reconocen en sitios, recuerdos, sueños, miedos, fiestas, vicios compartidos, estas comunidades que podemos identificar por el modito de hablar y de caminar, por sus costumbres en la mesa y en la cama, por sus actitudes ante los extranjeros y ante sus muertos, estas personas, digo, son personas vivas, y no pueden más que formar comunidades vivas, que se hacen y se deshacen y se rehacen continuamente. Es decir, estas formas de ser y de hacer, de recordar y de celebrar y de soñar y de tener, se transforman día con día. Las comunidades están vivas, sus culturas están vivas.

Pero como esta no es una conferencia sobre la cultura y sus definiciones (vaya, ni siquiera estoy seguro de que resulte ser una conferencia), pasemos enseguida a hablar de lo que a todos aquí nos interesa, que es la radio.

La radio es un medio. Lo hemos escuchado desde que nos iniciamos como radioescuchas, y para identificar a la radio como "un medio de comunicación", y además "de masas", no necesitamos haber ido a ninguna escuela, y mucho menos de "ciencias de la comunicación".

Pero nosotros en el Centro Promotor de la Radio Comunitaria (Ceprac) hemos propuesto que dejemos de pensar a la radio como algo que está enmedio de dos personas, una que habla y otra que escucha, separadas y diferenciadas por el acceso al micrófono. La radio no debe ser algo que media, que se interpone entre el emisor y el receptor y los condena a ser un emisor y un receptor para siempre jamás. Todo lo contrario.

Nosotros creemos que la radio es un medio, sí, pero imaginado como un ambiente, un entorno compartido, un espacio que tenemos en común, enel que por lo tanto no tiene sentido mencionar a un emisor y a un receptor, ni siquiera con esa posibilidad de réplica que nos conceden graciosamente las viejas y autoritarias teorías de la comunicación. Nosotros decimos que la radio comunitaria se hace no para que nos escuchen, sino para que nos respondan. Es decir, la comunicación no se establece con la sola emisión de un mensaje, desde luego, pero tampoco hay comunicación si el emisor permite o tolera una réplica. Para la radio comunitaria, la comunicación empieza efectivamente sólo cuando "el otro" responde, cuando compartimos un diálogo y nos enriquecemos en él.

Escribió Octavio Paz en 1957: "Nunca la vida es nuestra, es de los otros. La vida no es de nadie, todos somos la vida, pan de sol para los otros, los otros todos que nosotros somos. Soy otro cuando soy, los actos míos son más míos si son también de todos. Para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia. No soy, no hay yo, siempre somos nosotros..."

No nos pongamos tan trágicos. No pensemos que si esto fuera un programa de radio ya habríamos cambiado a otra estación, con musiquita de estrellas fugaces y locutores vendiendo a gritos.

Lo que quiero decir es que la radio debe ser un "medio-ambiente" para compartir lo que es de todos y lo que es de nadie, que nos permita ser-con-los-otros, ser-en-los-otros. La radio debe ser un espacio de encuentro con otros que son como nosotros y con otros que no son como nosotros, un espacio común que nos permita reconocernos como individuos entre los iguales, un espacio común que defina y resalte nuestra identidad en el diálogo con otros individuos en sus propias comunidades, con sus propias culturas.

Entonces, sí, la radio comunitaria es un medio de comunicación.

Pero a nosotros nos importa una radio humana, una radio que hable a cada uno, una radio que no pierda a los individuos entre la multitud. Las radios comunitarias son radios que transmiten -cuando transmiten- con transmisores de baja potencia y cobertura limitada. La cobertura de las radios comunitarias, entonces, permite que las voces tengan rostro, nos encontramos fuera de la radio quienes hacemos y quienes escuchamos la radio, nos tenemos confianza porque nos conocemos día con día, compartimos la radio pero también la mesa, hacemos juntos la radio pero también las fiestas, escuchamos música e historias que nos hermanan como lo haríamos en la plaza, el tianguis, el patio.

Entonces, no, la radio comunitaria no es un medio de comunicación de masas.

Hablamos de una radio artesanal, una radio hecha a mano, una radio a escala humana... una radio en la que yo puedo caminar hasta donde alcanza la potencia de mi transmisor, una radio en la que puedo encontrarme cara a cara con uno de mis radioescuchas tan sólo saliendo a la calle...

Por ejemplo, una radio que usa los altavoces de la plaza principal del pueblo (en Tecamachalco, Puebla, los sábados y los domingos de octubre de 2002 hicimos durante seis horas un ejercicio de producción radiofónica, lo llamamos "radio por cable", una radio en onda cortísima hacia sus cuatro postes de bocinas). "En donde hay un Radson hay una radio", me decía un viejo maestro, y esa es por cierto la idea fundadora de nuestra propuesta de Radio Recreo: usar los equipos de sonido de las escuelas primarias para mucho más que el homenaje a la bandera... Pero la radio comunitaria también es una radio que puede tener, si lo necesita, un alcance mucho mayor, una radio que se sube a internet y aprovecha un traspondedor en el satélite, una radio que comparte su señal y se agrega a cadenas regionales o nacionales... Y una radio que nos acompaña en el tránsito a nuestro trabajo o nuestra escuela, y una radio que acompaña al migrante en su azaroso cruce de fronteras, una radio para llevar...

"La radio es de quien la escucha". Este es el lema con el que hemos trabajado desde 1995. Parece que lo dice todo acerca delo que nosotros entendemos, imaginamos, proponemos para construir un nuevo modelo de comunicación radiofónica en nuestro país, "la otra radio". Espero que al tratar de explicarlo no termine de ahogarlos en palabras, cuando casi llego al final de lo que vine a decirles.

Entre el primer uso militar y el último uso mercantil de todas las tecnologías novedosas siempre se siembra la semilla del uso social, comunitario, de los nuevos lenguajes y sus máquinas. Por ejemplo, internet, que transitó de una solución que permitiría en caso de conmoción mantener la comunicación de las bases de datos y los paneles de control de los grandes complejos de guerra, como se probó catastróficamente con los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York, hasta el momento actual en el que las trasnacionales del entretenimiento se debaten en la guerra a muerte contra diversas expresiones del espíritu original de la red: el "open source", la libre disposición de la información y de los recursos para acceder a la información, editarla y hacerla común, de Linux a Napster, o lo que ahora se llama "smart mobs", enormes comunidades inteligentes de peronas que quizá nunca se conocerán pero que pueden producir y divertirse juntos.

Después de todo, o antes que nada, la radio comunitaria encuentra su sentido original en este espíritu de compartir un recurso común. En efecto, y así lo han reconocido repetidamente diversos tratados internacionales, que con su ratificación el Senado de la República ha convertido en ley suprema para nuestro país, el espacio por el que se transmiten las ondas hertzianas -el mismo aire que respiramos- es de todos y por tanto de nadie en particular.

Pero si el espacio por el que la radio hace escuchar nuestras voces es común, ¿por qué la radio que sirve como vehículo a esas nuestras voces no es, de veras, común?

La radiodifusión en México se rige, todavía, por una ley que elaboraron -¡hace 42 años!- quienes serían los concesionarios de las frecuencias, los que hacen eso que todos conocemos como "radio comercial" y que en el nombre llevan la fama. Como lo dijo con ejemplar cinismo un ejecutivo de la corporación española Prisa en la reciente Bienal de Radio, apenas en mayo (de 2002): "nosotros no vendemos programas de radio, vendemos orejas". A confesión de parte, relevo de pruebas: para la radio mercantil, la radio que hace negocio con un bien nacional, el radioescucha es sólo moneda de cambio entre empresarios.

La única alternativa posible con esta vieja, anacrónica, excluyente, autoritaria legislación es lo que todos conocemos como "radio cultural", la radio permisionada, que pese a su crecimiento sigue siendo menos de un cuarto de las frecuencias asignadas en todo el país. Radios permisionadas son las radios universitarias, las radios indigenistas, las radios del gobierno federal (como Radio Educación y las estaciones del Instituto Mexicano de la Radio), y las radios de los gobiernos estatales y de algunos ayuntamientos. O sea, son radios institucionales, subordinadas orgánicamente a las instituciones que les dieron vida y las mantienen operando.

Otras radios permisionadas son las dos únicas radios de carácter comunitario autorizadas para transmitir, ambas en Veracruz: Radio Huayacocotla y Radio Teocelo. Todas estas radios no pueden tener anunciantes ni patrocinadores. Se les condena así no sólo a ser dependientes, sujetas a los caprichos de las autoridades en turno, en riesgo durante los cambios de administración; se les condena a no ser rentables, se les cancela su posibilidad de desarrollo, se les deja vulnerables a una aplicación severísima de la ley, esa ley que fue pensada y ha sido usada para mantener a la radio como un negocio de unos cuantos y no como posibilidades de comunicación y expresión para todos.

Las radios comunitarias se construyen con otra lógica, que no es ni la lógica de los empresarios ni la lógica de las instituciones. Esta otra lógica tiene que ver con el bienestar y el desarrollo de las comunidades. Las comunidades, entonces, son las que dan origen, sustento y dirección a sus propios proyectos radiofónicos, y es el bienestar y el desarrollo de las comunidades y no la tentación de las ganancias lo que da sentido a esta radio.

Comunidades fijas en el tiempo y en el espacio, comunidades dispersas geográficamente pero fácilmente reconocibles a través de la historia (como los judíos y los gitanos), comunidades efímeras como el Tianguis del Chopo en la ciudad de México o la que nos impone el azar mientras viajamos en el transporte colectivo.

Infinitas comunidades que van y vienen, en las que entramos y salimos, comunidades, grupos humanos con sus propios e irrepetibles signos de identidad. Comunidades, conjuntos de problemas y recursos, de relaciones y normas... y a cada una de estas infinitas comunidades humanas corresponde al menos una radio. Así de infinita es la radio comunitaria.

Ciudad de Tlaxcala, 25 de octubre de 2002

sábado, 21 de abril de 2012

Mis noches en San Marcos

Noche 1. En excepcional compañía: viejos guerreros. Celebrando lo muy bien que resultó el Encuentro. Imaginando lo que sigue, que ya está siendo mejor. Hablando del accidente, entendiendo el accidente, superando el accidente. Allá afuera: torrentes sonoros para los que no debes quedarte quieto. Estruendo envolvente, cuerpos en lento movimiento, percusiones compitiendo con el ritmo del corazón. Bellezas sonrientes que pasean con insolencia su piel desnuda. Casi un año: yo soy de aquí.

Noche 2. La tarde ha sido dedicada a recuperar el trabajo pendiente por los días de un Encuentro apasionadamente reanimador. Allá afuera, en la calle, un rumor de pasos sonrientes, cuerpos juvenecidos por el ansia de ver y ser vistos, corazones que se adivinan palpitantes anticipando el ritmo de las omnipresentes bandas que percuten sobre la piel entera. En la casa de a la vuelta, ahora tan ajena, las luces apagadas marcan una ausencia todavía dolorosa. ¡Vamos a la calle, donde la vida está sucediendo!

Noche 3. Los Leones bajaron de la Sierra de Xichú y armaron la topada. Con Guillermo Velázquez, maravilloso repentista que en la parodia política resbala hasta la simplonería, previsiblemente ovacionada. Al otro extremo del estruendoso río humano prolongan el huapango Los Camperos de Ciudad Valles, paisanos a quienes les bastan violín, jarana y vihuela para llenar la noche de sonrisas. Una larga caminata desde el centro me trae morosamente a casa, a poblar la madrugada con vino, jazz, la poesía de Borges... y una presencia tibia al otro lado de la calle.

Noche 4. Será que es lunes, será que la noche está lejos. Sabe. Se desvaneció la lectura callejera de Drácula por el Día del Libro. Y además el desencanto por el pobrísimo espacio de Japón, como de feria de rancho. Ahora las aguas fluyen tranquilas, tentando las orillas del estruendoso río humano, aletargado por el crepúsculo. Que viene la-mujer-por-la-que-casi-muero, dice. A ver. Acá, a medianoche todas las luces encendidas. La luna ya se anuncia rasgando el cielo frente a mi ventana. Algo debe pasar.

Noche 5. Noche de Rodada. Una multitud sonriente elude a otra multitud sonriente. Desde la vieja, entrañable, iluminada estación de ferrocarril, miles de ruedas suben entusiasmadas hasta el oriente profundo de Aguascalientes, y descienden veloces de vuelta a las inmediaciones de la feria entre los gritos zigzagueantes de los adolescentes, los cuerpos hermosos de mis nuevas paisanas embellecidos por el ejercicio, la seriedad esforzada de los niños que participan en este tumultuoso encuentro semanal: el grato rumor de las ruedas acariciando el pavimento, como queriendo entresacar de ahí alguna flor nocturna. ¡Ah, Lolita, qué buena noche! Otra vez.

Noche 6. Un grupo de jóvenes músicos capitalinos con nombre deplorable (¡La Internacional Sonora Balcanera!) propone otra forma de usar la tuba y la tambora que saturan sin cansancio (de veras, nadie se cansa del interminable viva Aguascalientes'n) el estruendoso y lentísimo río humano que es esta feria, noche tras noche. Música espasmódica con aires lo mismo gitanos que de hip hop, como nos lo enseñó Kusturika desde la década antepasada. Cuerpos convertidos en pistones, desafiando sutilmente a la gravedad, inevitablemente ondulantes por las tramposas notas de un par de clarinetes que son música profunda, sensualidad nocturna que quiere más. Y la señora tan ausente.

Noche 7. El 27 de abril llegué a Aguascalientes. Un año, desde esta madrugada. Fue mi más alta apuesta, un acto de amor extremo: vine a Aguascalientes para construir acá una forma de estar con... en fin, quemar las naves. Sí, estoy aquí porque quiero, estoy aquí porque la quiero, y aquí me quedo, resistiendo la ausencia. Ahora vivo en una casa con jardín, cerca de... y despegó el proyecto de radio comunitaria, y germina una antigua idea de periodismo cultural, y nació lamaga en mi imaginación que pronto se desbordará. Voy bien, y no me rindo, ahora (me) quiero más. Y espero. ¡Celebremos!

Noche 8. La noche se instala poco a poco en los habitantes de este extraño mundo al que día con día reanima el crepúsculo: el vaivén sinfin de un estruendoso río humano. Dibujo el rostro amado en cada uno de esos rostros claros, limpios, luminosos, que veo coronar a cuerpos de mujeres inevitablemente jóvenes -insolente piel desnuda- que se mueven con presurosa lentitud hacia todos los rumbos, el deseo estallando a cada paso, expuestos al viento tibio de la penumbra cómplice: alba de medianoche. Camino, recuerdo, imagino, miro, escucho. Mi celebración ha terminado. Así inicio mi segundo año en Aguascalientes.

Noche 9. Escucho a la distancia, inmóvil por la ausencia. Omnipresente música politonal que puede entristecernos si se toca en tono menor aunque en su superficie sea alegrísima, según explica el maestro Javier Platas. Estruendo que asombrosamente se deshilacha una calle adentro, donde restaurantes desolados se abren empeñosos al vacío. Mujeres vestidas para el combate que acompañan el inestable equilibrio de los machos aferrados a su inagotable lata de cerveza. Es madrugada, es otro día, y la vida quiere seguir orientada por otras sonrisas, pero... Sí, que viva Aguascalientes'n. Ahora soy de aquí. Aquí me quedo.

Noche 10. Domingo de familias, fin de semana de turistas. Niños estridentes correteando impunes por todos los rincones, rompiendo todas las filas, exasperando a los adultos que resisten y sonríen. Mediodía: el sol a 34 grados embrutece a la atrevida multitud, que se mueve azorada más por retirar las plantas del piso ardiente que por avanzar hacia alguna parte. Por fin, mi cauteloso regreso a casa, al encuentro de la siempre asombrosa agua helada, al sudor que desintoxica, a los brotes verdes en el jardín... A recordar aquel primer viaje a Guadalajara: “nunca nadie tanto..."

Noche 11. Lolita no entra acá, es extraña a esta multitud, la miran con asombro receloso mientras nos acomodamos frente al foro, saboreando el inesperado hielo raspado con sabor a alguna fruta. Aquí nos quedamos hoy, a la orilla de la fiesta, viendo pasar el lento río humano, mucho menos estruendoso aquí, tan cerca y tan lejos del epicentro. La Catrina. La presentación de su décimo número, dedicado a las niñas y los niños en su día. Lento regreso por calles saturadas. La casa con las luces encendidas. Anticipando la fiesta.

Noche 12. Nómada en la memoria de tu piel, náufrago a la orilla de tus ojos claros, damnificado bajo los escombros de tu sonrisa ausente manchada por el rencor, huérfano de esa tu mano entrelazada con la mía que sobrevive tibia en el fondo de mis sueños...

Hoy es su cumpleaños. Y yo lo celebro, amorosamente. Sí, yo quiero muchísimo a esta mujer.

Que el azar me regale la visión de tu figura, graciosamente bamboleante por el desequilibrio de tus rodillas. Que en otro encuentro sorpresivo me sea dado dibujar tu suave mirada marrón, mientras me pierdo en la sorda contemplación de tus labios, y mis ojos acarician tu largo cabello despeinado, y tú me reclamas no importa qué... Que la memoria me conserve como el habitante eterno de tu piel -desnuda ante el sol de la primera tarde plena- que me dio la bienvenida a las puertas de tu vida. Que no se pierda tu voz melodiosamente rasposita, que vuelva a decir palabras grandes rozando mi oído. Que así sea.

Y a salvo la memoria de aquella otra medianoche, tan cercana, el principio de una celebración todavía nuestra que ahora termina: un beso en la punta de tu nariz, tu rostro iluminado. Y seguimos jugando, interminablemente, puntos negros en fichas blancas, un juego que no quiero ganar, un juego que no puedo perder. Bésame mucho...

Noche 13. Medio día. Media semana. Es como cualquier domingo en la mañana: unos cuantos extraviados, recogiendo el espíritu maltrecho de la última celebración nocturna. El estruendo omnipresente es ahora sólo algún ensayo igualmente ruidoso. Y la presencia patética de las campañas electorales, vociferando entre bailes ridículos nombres que a nadie dicen nada. El vacío de la madrugada es propicio para el inesperado encuentro con un fantasma, por el que casi muero. Sea.

Noche 14. ¿Por qué me conmueve así el tren? El sonido del tren. ¿Por qué?, ¿qué entraña remueve, qué imagen invoca? El tren: un estruendo que se aleja. Que esta noche me deja acá, de regreso en este lado de la realidad, vagando en territorio comanche. Que no me deja compartir una caminata con alguien que no tiene la fuerza para... Y la lluvia, que tampoco termina de atreverse...

Noche 17. La voz prodigiosa de Iraida Noriega. La creatividad de Alex Otaloa con una guitarra acústica, una guitarra eléctrica, un par de sintetizadores. El ya no tan novedoso pero siempre fascinante arte efímero en arenilla o tinta húmeda de Pío, cineamano que concentra la vista y abre los oídos en la penumbra creciente del crepúsculo mientras el arte sonoro sucede en un foro elemental. Un regalo para quienes viven la feria desde sus orillas menos estruendosas. La noche es un falso vacío: la imaginación reconoce siempre los sonidos amados.

Noche 18. Entre el pulcro latin jazz japonés de la pianista Ritzuco Endo, su extraordinariamente potente baterista y su solvente bajista en la Casa de la Cultura, y la desganada aunque previsiblemente entusiasmante música “indie” de Vieux Farka Touré en el Foro del Lago, entre esos dos polos está la poesía narrativa de Jeremías Marquines, recibidor en esta misma noche del Premio Aguascalientes desde su diálogo con Malcolm Lowry en el “Acapulco golden” de los años 30. Para internarse en la madre madrugada, con la memoria del padre alcohol. Sin aliento.

Noche 19. Lolita se emociona ante el desafío. Y responde con excelencia, con orgullo. Un largo y alto puente, apenas el primero, ya marca la Rodada de esta noche. Carrera a 34 grados centígrados, sudor libre que se disipa en el oscuro pavimento, con la entrañable compañía del blues montado en las orejas. En la esquina noreste de la ciudad, ignorando de plano el estruendo de una fiesta en las vísperas de su final. Rodada no tan multitudinaria ni tan sonora, tal vez por la dificultad que se adivinaba: sólo 14 kilómetros, pero varios puentes que reclaman un esfuerzo adicional. “¿Traes cambios?"

Noche 20. Un vagabundo inmóvil, todavía cautivado por este oleaje humano, abandonado a la orilla de una corriente en hipnótico vaivén. Un nómada urbano plantado desde el crepúsculo frente al jardín de San Marcos, pasaje colorido y luminoso, isla flotando a la deriva, distraido por un espectáculo de indios descendiendo en círculos que parece estarse representando desde que no había mundo. Hasta que la enorme luna, ya herida, se anuncia en un horizonte inesperado. Hasta que la ausencia dolorosa se conjura en una realidad que ya no importa. Y la vuelta a casa, aturdido por una revelación que pronto entenderé.

Noche 21. Noche de espera. Oscuridad, pero no en la memoria, pero no en el deseo. Revolucionado desde lo más profundo, proyectado -casi- hasta la superficie: allá afuera sigue la vida. Afuera.

Noche 22. Santa Sabina recuerda a Rita Guerrero, abatida por el cáncer, irreemplazable: las voces que acuden como homenaje son sólo un bienintencionado agravio. Regreso a casa, con el recuerdo aún vivo de un año que sigue pasando (sigue, pasando). Otra celebración, y la ausencia crece. Algo sucederá en la madrugada. Otra vez.

Noche 23. Ha sido la noche de La Mala. Cachondería que se eleva sobre un par de hermosísimas piernas desnudas siempre bailoteando, coronada por una sencilla cabellera que reta a cualquier peinado. Sí, igual que en mi deseo ausente. La Mala, potentísimo hip hop andaluz -y una voz tan dulce- que mantiene frenética a una creciente multitud en penumbra que reta al cielo. Llovizna y ventarrón. Y la vuelta a donde todo es posible.

Noche 24. Fin de la celebración. Cansado, saturado, aturdido. Así parecen todos los que me rodean, arrastrando los pies y la mirada, no con la melancolía de lo que termina sino, tal vez, con la nostalgia de lo no ganado. La fiesta súbitamente interrumpida, apenas cuando se había escogido a la pareja. La música se disipa en el tedio del paga -apaga- y vámonos. El baile se confunde con los agónicos movimientos de la bestia herida. La multitud pierde la forma y se vuelve hacia la nada original. De vuelta a casa. (Ah, sí, también hablo de la feria)...